29.1.10
Si no pregunto, ¿cómo aprendo?
¿Por qué la noche es oscura?
¿Por qué la luna es blancura que engorda como adelgaza?...
... Yo vivo de preguntar: Saber no puede ser lujo.
Silvio Rodriguez
Saramago recauda para Haití
A iniciativa de la Fundación José Saramago, las editoriales Alfaguara y Caminho en Portugal publicarán una edición especial de 'La balsa de piedra', cuyos ingresos íntegros irán destinados a Cruz Roja en su programa de ayuda a las víctimas del terremoto de Haití.
Esta edición especial de una de las grandes obras de José Saramago estará en las librerías en los próximos días a un precio de 15 euros. "Porque todos tenemos una obligación", afirma con rotundidad José Saramago, quien ya en 1999 abanderó una iniciativa solidaria similar con el relato 'El cuento de la Isla desconocida', editado en beneficio de los damnificados por el huracán Mitch en Centroamérica. la iniciativa ha contado con el respaldo desinteresado de todos los que participan en el proceso editorial, desde editores a libreros.
Según el propio Saramago "cuantificar tal ayuda, por ejemplo, en la renuncia del autor a sus derechos y en una reducción del lucro normal de la editorial, tendría el grave inconveniente de convertir en mero gesto simbólico lo que debería ser, en la medida de lo posible, algo provechoso y sustancial".
"Ha sido posible. Gracias a la inmediata y generosa colaboración de las editoriales Caminho y Alfaguara y de las entidades que participan en la elaboración y difusión de un libro, desde la fábrica de papel a la tipografía, desde el distribuidor al comercio librero, los 15 euros que el comprador gastará serán entregados íntegramente a la Cruz Roja para que los haga llegar a su destino. Si alcanzáramos un millón de ejemplares (el sueño es libre) serían 15 millones de euros de ayuda", añade.
El escritor portugués y Premio Nobel de Literatura asegura que para la "calamidad" que ha caído sobre Haití "15 millones de euros no es nada más que una gota de agua, pero como 'La balsa de piedra' será publicada, además de en Portugal, en España y en el mundo hispánico de América Latina, ¿quién sabe lo que podrá suceder? A todos los que nos acompañan en la concretización de la idea primera, haciéndola más rica y efectiva, nuestra gratitud, nuestro reconocimiento para siempre", concluye.
'La balsa de piedra' parte de un audaz planteamiento narrativo. Una grieta abierta espontáneamente a lo largo de los Pirineos provoca la separación física de la península ibérica, que se aleja de Europa flotando en el Atlántico. La obra es, en palabras del propio autor "una novela profundamente ibérica", relativa a "Portugal y al conjunto de los pueblos españoles, que siento que comparten una cultura común, una cultura que no es rigurosamente europea: es otro mundo, un mundo con un carácter tan fuerte, tan propio, que los pueblos de la Península deberían hacer un gran esfuerzo de entendimiento mutuo para resistir a las presiones de la cultura europea, que no es sino la cultura de los tres países dominantes, Francia, Alemania e Inglaterra".27.1.10
Reportaje a Silvio Rodríguez
Autor de una inconmensurable discografía, cabe mencionar: Días y flores (1975); Te doy una canción (1975); Cuando digo futuro (1977); Al final de este viaje (1978); Mujeres (1979); Rabo de nube (1980); Unicornio (1982); Tríptico (1984); Causas y azares (1986); Oh melancolía (1987); Silvio Rodríguez en Chile (1990); Canciones urgentes (1991); Silvio (1992); Rodríguez (1994); Domínguez (1996); Descartes (1998); Mariposas (1999); Expedición (2002); Citan con ángeles (2003); Érase que se era (2006) y Segunda cita (2010).
Silvio comparte diversas reflexiones con los lectores de teleSUR: “Cuba es tratada como a Prometeo y, además, con mucha hipocresía. Cada sol ve los abusos sin nombre que desde el capitalismo se cometen, pero el socialismo arrastra faltas que sus enemigos saben aprovechar. Hoy no basta con ser pacífico y solidario, ni alcanza con velar por el porvenir: hoy el socialismo debe emular y vencer las pautas de libertad que los consorcios mediáticos recomiendan. Ignoro si un socialismo que juegue y gane en esos campos sería proclamado Socialismo del siglo XXI”
Ediciones Ojalá publicó Canciones del mar (1996) y el año pasado salió de la imprenta un extenso Cancionero (2009), ¿habrá una tercera antología con esbozos de narrativa, partituras y poesía?, ¿quizás un libro con fotografías dispersas de su autoría?
Pudiera decirse que Canciones del mar llevaba treinta años escrito y que por eso no fue muy difícil organizarlo; para convertirlo en libro sólo tuve que redactar el prólogo. Cancionero surgió de Te doy una canción (2006), la antología que publicó Planeta, imposible de vender en Cuba, por el precio. Así que nos propusimos que la versión cubana fuera tan buena, o mejor: cambiamos el formato, pusimos otras fotos y dibujé las viñetas especialmente para la edición. Prácticamente hicimos otro libro. Agregamos ciertas canciones que aunque no están en discos tuvieron cierta relevancia. Por último añadimos algunas más, inéditas. En total no suman cuatrocientas. Respecto a un posible libro futuro, en estos momentos no sabría decirle.
La canción Segunda cita dice: “El dolor que no curen los ángeles/ojalá que no pueda volver/La canción que no canten los ángeles/sólo el viento la puede saber”. En Cita con ángeles encontramos referencias a las trágicas muertes de Giordano Bruno, José Martí, García Lorca, Lennon, Allende, Che Guevara y Luther King, ¿el más reciente disco lo imaginó en correspondencia al que grabó en 2003?, ¿cuál será el pretexto para la Segunda cita?
El día que presenté a la prensa Cita con ángeles (2003), que es un disco muy marcado por la agresión a Iraq, mencioné que en algún lugar no muy lejano me estaba esperando una cita con los ángeles de mi país. Después me di cuenta de que en Cuba los serafines somos sencillamente los cubanos, porque la Revolución fue como Prometeo, que entregó el fuego, del saber, a los mortales. Es por eso que Segunda cita (2010) habla de una persona que se pone unas alas postizas y cuenta lo que haría si fuera un espíritu celeste. Este presunto ángel de la guarda comienza por quejarse de ciertas brumas. Parte de esa niebla se debe a mi creencia de que la llamada ofensiva revolucionaria de 1968 fue un error que todavía estamos pagando. Fue cuando el Estado decidió administrar todas las facetas de la vida nacional y comenzó el laberinto burocrático. Respeto a quien pueda pensar diferente pero, para mí, aquel traspié nos condujo hasta el nudo gordiano de hoy.
O sea que los dolores mencionados en Segunda cita son nuestros. Sea señora alude la evolución que la sociedad cubana necesita, invocando a Antonio Maceo y a José Martí, pilares de nuestra nación. Demasiado es un bolero que trata de hacer ver cómo los absolutos abruman y generan respuestas. Trovador antiguo es un tributo a mis dos orígenes: San Antonio (mi pueblo natal) y San Leopoldo (el barrio habanero donde crecí, desde cuyas ruinas me incorporo al olvido y voto por la vida naciente. Bendita, originalmente, fue concebida para un documental. En esta nueva versión agregué una rogativa a la virgen de la Caridad de El Cobre, la Patrona de Cuba.
La mayoría de los textos son acercamientos a la realidad cubana, unos más nítidos que otros. Estoy consciente de que un asunto tan específico puede limitar el interés por el disco, pero tampoco es la primera vez que me encomiendo a aquel proverbio indio que reza: cuenta tu aldea y contarás el mundo.
La canción San Petesburgo la dedica a Gabriel García Márquez. “Él una vez me regaló un argumento parecido para una canción. Era sobre una novia abandonada. Nunca lo usé y años después lo vi infiltrado en una de sus novelas”. ¿Ha utilizado personajes de la mitología literaria más allá de Sinuhé y Camelot?, además de Gabo, ¿qué influencia reconoce del boom latinoamericano?
Hace unos veinte años tuve la suerte de ser uno de los dos pasajeros de un avión; el otro era el premio Nobel. Aquella nave solitaria volaba rumbo a México por un cielo más negro que un dolor y, entre muchos vaivenes, García Márquez me contaba que a veces se le ocurrían unas pequeñas historias, que no daban para novelas o cuentos, que posiblemente eran canciones sin música. En San Petersburgo, lo que más se acerca a lo que él me iba contando es Elena, la novia plantada, porque el resto puede parecer una historia de Pushkin o una película de Bundarchuk. Y la verdad es que no sabría decir por qué se me juntó el mar Báltico con el Caribe.
Pero si de referencias se trata, Poe está en muchas de mis canciones, y también Hoffman, London, Stevenson. Uno de mis primeros temas se llamó El tábano, por el personaje de la novela de Ethel Lilian Voynich. Jerusalén, año cero habla del Cristo, personaje bíblico. Cayó una estrella se la dediqué a Ray Bradbury, por su cuento Calidoscopio. Otras canciones han salido impregnadas de cine, como Epistolario del subdesarrollo; o de las artes plásticas, como Óleo de mujer con sombrero; y hasta del Holocausto, por un libro de dibujos infantiles del gueto de Terezín, en Checoeslovaquia. Es natural que haya bebido de García Márquez, de Vargas Llosa, de Cortázar, de Fuentes. Les debo mucho a Quiroga y a Rulfo, a Benedetti y a Galeano. Son grandes ilustradores que me acompañan. Borges es un encantador de inteligencias. También hay muchos cubanos habitando mis canciones: Martí, Juana Borrero, Villena, Tallet, Carpentier, Eliseo, Carlos Enríquez, Onelio Jorge, Lezama, Jesús Díaz, Nogueras, Fabelo y todavía algunos más. Y fíjese que no hablo de músicos, porque entonces sería lo de nunca acabar.
Declaró que sus primeras lecturas fueron: José Martí, Rubén Darío, Juan de Dios Peza, Nicolás Guillén y César Vallejo. ¿Y Neruda? lo pregunto porque la canción Más de una vez me recuerda al poema Sobre mi mala educación y Mi casa ha sido tomada por las flores parece que tiene un remitente en la residencia madrileña de Neruda antes de la guerra civil española
Supe de Martí, Darío, Peza y Guillén porque, cuando yo era niño, mi padre me los leía en voz alta. Con Vallejo me encontré en la adolescencia; me lo enseñó una musa llamada Emilia Sánchez, en una etapa en que yo, sin saberlo, buscaba voces que me identificaran. De Neruda todo el mundo me advertía que era “peligroso”, que tuviera cuidado con él. Esto hizo que me le acercara con cierto sigilo y posiblemente un poco tarde. La “peligrosidad” de Neruda consiste en su poder de seducción y en que muy fácilmente uno se pone a nerudear, después de conocerlo. Pero eso ya me había sucedido con Vallejo, que me produjo un gran impacto; así que, cuando por fin llegué a Neruda, yo estaba a salvo, vallejeando.
Sobre mi mala educación pertenece a Estravagario, quizá el libro más fascinante, si lo hubiera, de Neruda. Recuerdo haberlo descubierto en mi primera visita a Chile, que fue en 1972. Sin embargo Más de una vez la escribí tres años antes, a bordo del motopesquero Playa Girón. Respecto al texto que se parece a Mi casa ha sido tomada por las flores, voy a buscarlo porque no recuerdo que hayamos sido presentados.
En 1972 viajó por primera vez a Santiago de Chile, al Séptimo Congreso de las Juventudes Comunistas, un año antes había conocido a una delegación de músicos chilenos; 1990 fue “el año chileno”, y ahora incluye una canción sui géneris: Carta a Violeta Parra; ¿quién fuera Víctor Jara?, ¿quién pudiera pertenecer a la Nueva canción chilena?
Era la primera vez que visitábamos Latinoamérica y nos tocó ir a Chile, justamente durante el gobierno de la Unidad Popular. Nosotros veníamos de un país que había hecho una revolución armada. Chile mostraba el caso insólito de un socialista radical que había llegado al poder a través de las urnas. El Presidente Allende luchaba duro contra las injusticias, pero la furia reaccionaria se le enfrentaba en todas partes. Incluso algunos de la izquierda, que con hechos apoyaban su gobierno, lo agujereaban en la prensa. Cada día había huelgas, mítines y marchas; salir a la calle y enredarse en cualquier enfrentamiento era lo cotidiano. Nosotros, recién llegados, no entendíamos quiénes se daban golpes, pero imaginábamos que donde caían las bombas lacrimógenas encontraríamos compañeros.
Noel Nicola, Pablo Milanés y yo aterrizamos en aquel Santiago enloquecido, gracias a la invitación de Gladys Marín, que por entonces dirigía las Juventudes Comunistas de Chile. Nos había recomendado una amiga común: Isabel Parra. Ninguno de los tres éramos militantes, pero el interés directo de la secretaria general había conseguido que la Unión de Jóvenes Comunistas nos incluyera en su delegación.
El Ilushin soviético besó Pudahuel de madrugada. Hacía un frío espantoso, pero numerosas personas esperaban a los compañeros cubanos. En el conglomerado empezamos a distinguir cabecitas de cantores chilenos. Al primero que yo identifiqué fue a Víctor Jara, porque llevaba la misma gorra marinera de cuando lo conocí en La Habana. Aquel instante en que descubrí su sonrisa se me quedó tan grabado que siempre que llego a ese aeropuerto veo su fantasma. Desde entonces cuido de su recibimiento, así que me reviso antes de pasar por allí.
Entre lo sustancial que le debo a Chile está Violeta Parra. La primera canción que le escuché se llama La carta. Por eso ahora le mandé estas líneas, que hubiera querido más alegres, aunque yo sé que ella me entiende. No conozco en extenso a los cantores del Chile más actual, pero sospecho que Patricio Anabalón y Francisco Villa son de los principales.
Santiago de Chile y Canción urgente para Nicaragua difícilmente podrían ser interpretadas en ambos países con la misma rabia que al ser escritas, dado que las circunstancias políticas han cambiado; ¿ha compuesto música y letra sobre el ALBA de Latinoamérica?, ¿escribirá algo sobre el golpe de Estado en Honduras?
Santiago de Chile apareció el 11 de septiembre de 1973, mientras la radio repetía que La Moneda estaba siendo bombardeada. No me parece que yo haya escrito esa canción, sino que yo fui escrito por ella. Estoy en cada línea, soy parte de su respiración. Canción urgente para Nicaragua nació de la admiración por el triunfo sandinista, pero con prisa, por eso lo de “urgente”. Norma Elena Gadea me había invitado a un acto de solidaridad con Nicaragua que se iba a celebrar en Madrid y me dio vergüenza aparecerme sin un tema a propósito. Total: cuando llegué estaba tan indeciso que ni mencioné que llevaba una canción. Tiempo después se la canté a Juan Formell y le gustó, lo que me dio ánimos para estrenarla cuando fui a Managua.
Siempre he tenido dudas con el arte demasiado explícito. Siempre me he sentido poco seguro en ese mundo, aunque por curiosidad o ejercicio haya jugueteado con él. He admirado a grandes maestros de la poética del mensaje, como Carlos Puebla y Alí Primera. Pero para que yo escriba una canción, como suele decirse, “de contenido”, tiene que salirme tan fluidamente que apenas me dé cuenta que lo hago. Esto no sólo me pasa con la política, también con otras motivaciones de cierta intensidad. Si pienso muy directamente en lo que estoy haciendo, se me materializa demasiado y deja de tener sentido, al menos en términos de invención, que es lo que yo disfruto.
Conversando puedo llamarle infame al golpe de estado en Honduras, que además revela lo que desea para el Sur cierta administración norteña. Tampoco tengo problemas en expresar que el ALBA intenta un modelo superior de relaciones en Latinoamérica y que espero que lo consiga. Me gustaría tener canciones convincentes, que volvieran al mundo solidario con Haití y con el drama africano; que generaran acciones que revertieran el cambio climático y acabaran con las guerras. Pero para que mis opiniones se hagan versos necesito del cortocircuito que me ha hecho escribir quizá no todas mis canciones, pero sí las que valen la pena.
Érase que se era y Epistolario del subdesarrollo, nos remontan a La Habana que las nuevas generaciones no conocimos, ¿cómo definiría el Socialismo del siglo XXI en Cuba?
No me preocupa cómo se llama o de qué siglo es el sistema que gobierna, siempre que sea convincente. El socialismo, como yo lo entiendo, es la forma más racional y justa de distribución, tanto de los recursos planetarios como de los bienes que producimos. Más cuando vemos el crecimiento de la población mundial y el agotamiento de las fuentes naturales. Pero han existido muchos socialismos. Del socialismo que yo puedo hablar es del que conozco desde hace medio siglo.
Cuando hace algunos años el gobierno cubano decretó que no se podría cambiar de sistema político, muchos defendimos nuestro socialismo, conscientes de los logros revolucionarios en la construcción de una sociedad justa. Y no es que se nos escape que hasta las ideas más generosas hay que vigilarlas: vivimos en un mundo cambiante donde algunos conceptos, leyes e instituciones envejecen. Pero si en Cuba ha habido errores de gobierno no es menos cierto que muchas de nuestras dificultades se deben a que no cedemos a las imposiciones imperiales. Contradecir a los poderosos puede ser más cruento que llamarse de determinada manera. Basta con ver la cantidad de partidos y gobiernos que se hacen llamar socialistas, o de izquierdas, y nadie se molesta por eso.
Cuba es tratada como a Prometeo y, además, con mucha hipocresía. Cada sol ve los abusos sin nombre que desde el capitalismo se cometen, pero el socialismo arrastra faltas que sus enemigos saben aprovechar. Hoy no basta con ser pacífico y solidario, ni alcanza con velar por el porvenir: hoy el socialismo debe emular y vencer las pautas de libertad que los consorcios mediáticos recomiendan. Ignoro si un socialismo que juegue y gane en esos campos sería proclamado “Socialismo del siglo XXI”. En cualquier caso, inmediatamente aparecerían nuevas tasas que superar, reales o imaginarias. Por eso, cuando aquella declaración de socialismo a ultranza, yo voté porque nuestro sistema fuera perfectible. No porque debamos satisfacer el gusto de quienes nos desprecian, sino porque cualquier sociedad humana, llámese como se llame, tendrá siempre el deber de superarse.
Luis Eduardo Aute lo supo poner en poesía:
“Que no, que no, que el pensamiento
no puede tomar asiento,
que el pensamiento es estar
siempre de paso, de paso, de paso”
Los gobiernos de Estados Unidos y de Cuba llevan demasiado tiempo atascados en la misma política vieja y sin salida. La Casa Blanca debería levantar sin condiciones su injustificable bloqueo contra Cuba. Y el gobierno cubano no debería esperar al levantamiento del bloqueo para hacer algunas de las mejoras que nuestro país necesita. Para acercarnos a un ideal en el siglo XXI, aún tenemos que soltar mucho lastre.
Hablando de la vieja Habana, ¿el disco Expedición fue un regreso a la instrumentalización sinfónica aprendida en el grupo de Experimentación sonora del ICAIC?, ¿a partir de Mariposas podemos hablar un nuevo sonido, de una interpretación de orquesta de cámara en Silvio?
Sin lo aprendido en el Grupo de Experimentación Sonora no hubiera podido llegar a Expedición (2002). Pero para Expedición tuve que esforzarme todavía más, aunque tampoco alcancé lo que hubiera deseado. Para orquestar no basta escribir música. La orquestación es una especialidad en sí misma y requiere de estudios y experiencia. A falta de una formación adecuada, me asesoré técnicamente; los músicos sinfónicos también fueron muy cooperativos. Pero hoy pienso que si vuelvo a escribir para una orquesta grande lo podría hacer mejor.
Siendo una producción agotadora para mis fuerzas (incluso económicas), Expedición tuvo la mala suerte de salir cuando mi disquera histórica en España era absorbida por una trasnacional. Eso contribuyó a que no tuviera una cobertura adecuada. Aún así, y para mi sorpresa, tuvo muy buenas críticas en todas partes. Doy gracias a los locos que las escribieron.
Respecto al ambiente de cámara de Mariposas (1999), en gran medida se debe al elaborado sonido de la guitarra de Rey Guerra. El diálogo de los dos instrumentos acústicos ayuda a reforzar esa atmósfera. Sin embargo a mí me parece que el concepto de cámara empezó a rondarme desde mucho antes, cuando empecé a superponer guitarras en la trilogía del nombre y los apellidos. El arte trovadoresco puede considerarse, por definición, una forma de música de cámara.
En 2009 murieron Cintio Vitier y Mario Benedetti, el año pasado usted ofreció un recital A dos voces, con Roberto Fernández Retamar, un concepto de conciertos que solían hacer Daniel Viglietti y Mario Benedetti; ¿extraña las dos voces y presencias de los poetas Vitier y Benedetti?
Conocí a Mario Benedetti cuando los dos estábamos exiliados en Casa de las Américas. Él, del régimen militar uruguayo; yo, del extremismo de algunos de mis compatriotas de los años 60. Mario, con su portafolio y su modestia, parecía un pulcro oficinista que irradiaba ternura, más que el poeta tremendo que ya era. Desde nuestros inicios apoyó a la nueva trova, como cuando nos incluyó en aquel “diálogo con los jóvenes de Nuestra América”. Así nos daba voz, y con ella responsabilidad. Lo recuerdo con Roque Dalton en los primeros conciertos que hicimos en CASA, siempre escuchando las canciones y dándonos aliento. Todavía después, cuando se fue a vivir a España, publicó una antología por allá. Yo he admirado sus cuentos magistrales, su insólita novela El cumpleaños de Juan Ángel (1971), o Primavera con una esquina rota (1982), donde percibo una especie de afinidad con mi vocación de tocar asuntos delicados, esos temas difíciles, porque si nosotros mismos no indagamos en nuestras contradicciones ¿qué vamos a esperar de los que no nos quieren? Mario, con más de 80 años, era el poeta más leído por la juventud hispanoamericana. Era un gigante que, cuando estaba presente, trataba de que no te dieras cuenta.
Cuando conocí a Cintio Vitier no me pasaban por la radio, pero algunas salitas me invitaban a hacer recitales. De muchas presentaciones que hice por entonces, recuerdo, entre el público, las cabezas muy juntas de Cintio y de Fina García-Marruz, presencias que me resultaban desconcertantes porque mi auditorio solía ser más joven, o así pensaba yo, y no de personalidades literarias como ellos. Luego los fotografié en el Parque Lenin, en la peña que Teresita Fernández hacía con el poeta Garzón Céspedes, lugar que atraía maravillas como ellos mismos, o como Marta Valdés. Su presencia en aquellos rincones sin anuncio enseñaba cómo algunos mayores podían ser afines a los espacios alternativos. Por entonces yo no sabía que también ellos eran incomprendidos.
Desde que vivían frente al parque de Vista Alegre les hacía visitas. Después seguimos encontrándonos en tertulias afines y en los hogares de sus hijos, Sergio y José María. Puedo decir que familias mediante, siempre junto a su inseparable Fina, me fue creciendo un gran apego hacia Cintio, que también era músico por un violín muy suyo, y no de Ingres. Haber podido escucharle su serena sabiduría, su refinado humor cubano, su revelador conocimiento de Martí, y aquello de hacerme sentir a veces conversando con mi propio padre, son prendas que su amistad me regaló. Para colmo de deudas, uno de sus últimos escritos fue la nota entrañable que le dictó a Fina para la contratapa de Cancionero (2009). Muy cierto que se echa de menos a los poetas, pero quien conoció a Cintio y a Mario también extraña mucho a sus personas.
Finalmente, ¿cuándo saldrá su disco Segunda cita?, ¿ya hizo los trazos de una gira por Iberoamérica?
Segunda cita está terminado desde julio de 2009, pero tuve que salir a cantar por Latinoamérica y pospuse el lanzamiento para cuando regresara. Cuando volví a Cuba, en septiembre, me diagnosticaron una hepatitis que me obligó a hacer reposo y a postergar de nuevo la presentación. Los jóvenes músicos que me acompañan en este trabajo son formidables. El disco valdría la pena sólo por escucharles. Si acaso gustara, podríamos salir a mostrarlo; si no, esperaremos a hacer otro que deseen escuchar. Es muy probable que vea la luz en marzo. Pase lo que pase, creo que en Segunda cita también “he dicho lo mío a tiempo y sonriente”.
Fuente: Una sociedad más justa es posible
Disculpen la molestia
... ¿no nos hemos acostumbrado ya a aceptar como fatalidad del destino que el pueblo pague el garrote que lo golpea y la codicia que lo saquea?
Pero, ¿será que han sido divorciados para siempre jamás el sentido común y la justicia?
Por Eduardo GaleanoQuiero compartir algunas preguntas, moscas que me zumban en la cabeza.
¿Es justa la justicia? ¿Está parada sobre sus pies la justicia del mundo al revés?
El zapatista de Irak, el que arrojó los zapatazos contra Bush, fue condenado a tres años de cárcel. ¿No merecía, más bien, una condecoración?
¿Quién es el terrorista? ¿El zapatista o el zapateado? ¿No es culpable de terrorismo el serial killer que mintiendo inventó la guerra de Irak, asesinó a un gentío y legalizó la tortura y mandó aplicarla?
¿Son culpables los pobladores de Atenco, en México, o los indígenas mapuches de Chile, o los kekchíes de Guatemala, o los campesinos sin tierra de Brasil, acusados todos de terrorismo por defender su derecho a la tierra? Si sagrada es la tierra, aunque la ley no lo diga, ¿no son sagrados, también, quienes la defienden?
Según la revista Foreign Policy, Somalia es el lugar más peligroso de todos. Pero, ¿quiénes son los piratas? ¿Los muertos de hambre que asaltan barcos o los especuladores de Wall Street, que llevan años asaltando el mundo y ahora reciben multimillonarias recompensas por sus afanes?
¿Por qué el mundo premia a quienes lo desvalijan?
¿Por qué la justicia es ciega de un solo ojo? Wal Mart, la empresa más poderosa de todas, prohíbe los sindicatos. McDonald’s, también. ¿Por qué estas empresas violan, con delincuente impunidad, la ley internacional? ¿Será porque en el mundo de nuestro tiempo el trabajo vale menos que la basura y menos todavía valen los derechos de los trabajadores?
¿Quiénes son los justos y quiénes los injustos? Si la justicia internacional de veras existe, ¿por qué nunca juzga a los poderosos? No van presos los autores de las más feroces carnicerías. ¿Será porque son ellos quienes tienen las llaves de las cárceles?
¿Por qué son intocables las cinco potencias que tienen derecho de veto en las Naciones Unidas? ¿Ese derecho tiene origen divino? ¿Velan por la paz los que hacen el negocio de la guerra? ¿Es justo que la paz mundial esté a cargo de las cinco potencias que son las principales productoras de armas? Sin despreciar a los narcotraficantes, ¿no es éste también un caso de “crimen organizado”?
Pero no demandan castigo contra los amos del mundo los clamores de quienes exigen, en todas partes, la pena de muerte. Faltaba más. Los clamores claman contra los asesinos que usan navajas, no contra los que usan misiles.
Y uno se pregunta: ya que esos justicieros están tan locos de ganas de matar, ¿por qué no exigen la pena de muerte contra la injusticia social? ¿Es justo un mundo que cada minuto destina tres millones de dólares a los gastos militares, mientras cada minuto mueren quince niños por hambre o enfermedad curable? ¿Contra quién se arma, hasta los dientes, la llamada comunidad internacional? ¿Contra la pobreza o contra los pobres?
¿Por qué los fervorosos de la pena capital no exigen la pena de muerte contra los valores de la sociedad de consumo, que cotidianamente atentan contra la seguridad pública? ¿O acaso no invita al crimen el bombardeo de la publicidad que aturde a millones y millones de jóvenes desempleados, o mal pagados, repitiéndoles noche y día que ser es tener, tener un automóvil, tener zapatos de marca, tener, tener, y quien no tiene, no es?
¿Y por qué no se implanta la pena de muerte contra la muerte? El mundo está organizado al servicio de la muerte. ¿O no fabrica muerte la industria militar, que devora la mayor parte de nuestros recursos y buena parte de nuestras energías? Los amos del mundo sólo condenan la violencia cuando la ejercen otros. Y este monopolio de la violencia se traduce en un hecho inexplicable para los extraterrestres, y también insoportable para los terrestres que todavía queremos, contra toda evidencia, sobrevivir: los humanos somos los únicos animales especializados en el exterminio mutuo, y hemos desarrollado una tecnología de la destrucción que está aniquilando, de paso, al planeta y a todos sus habitantes.
Esa tecnología se alimenta del miedo. Es el miedo quien fabrica los enemigos que justifican el derroche militar y policial. Y en tren de implantar la pena de muerte, ¿qué tal si condenamos a muerte al miedo? ¿No sería sano acabar con esta dictadura universal de los asustadores profesionales? Los sembradores de pánicos nos condenan a la soledad, nos prohíben la solidaridad: sálvese quien pueda, aplastaos los unos a los otros, el prójimo es siempre un peligro que acecha, ojo, mucho cuidado, éste te robará, aquél te violará, ese cochecito de bebé esconde una bomba musulmana y si esa mujer te mira, esa vecina de aspecto inocente, es seguro que te contagia la peste porcina.
En el mundo al revés, dan miedo hasta los más elementales actos de justicia y sentido común. Cuando el presidente Evo Morales inició la refundación de Bolivia, para que este país de mayoría indígena dejara de tener vergüenza de mirarse al espejo, provocó pánico. Este desafío era catastrófico desde el punto de vista del orden racista tradicional, que decía ser el único orden posible: Evo era, traía el caos y la violencia, y por su culpa la unidad nacional iba a estallar, rota en pedazos. Y cuando el presidente ecuatoriano Correa anunció que se negaba a pagar las deudas no legítimas, la noticia produjo terror en el mundo financiero y el Ecuador fue amenazado con terribles castigos, por estar dando tan mal ejemplo. Si las dictaduras militares y los políticos ladrones han sido siempre mimados por la banca internacional, ¿no nos hemos acostumbrado ya a aceptar como fatalidad del destino que el pueblo pague el garrote que lo golpea y la codicia que lo saquea?
Pero, ¿será que han sido divorciados para siempre jamás el sentido común y la justicia?
¿No nacieron para caminar juntos, bien pegaditos, el sentido común y la justicia?
¿No es de sentido común, y también de justicia, ese lema de las feministas que dicen que si nosotros, los machos, quedáramos embarazados, el aborto sería libre? ¿Por qué no se legaliza el derecho al aborto? ¿Será porque entonces dejaría de ser el privilegio de las mujeres que pueden pagarlo y de los médicos que pueden cobrarlo?
Lo mismo ocurre con otro escandaloso caso de negación de la justicia y el sentido común: ¿por qué no se legaliza la droga? ¿Acaso no es, como el aborto, un tema de salud pública? Y el país que más drogadictos contiene, ¿qué autoridad moral tiene para condenar a quienes abastecen su demanda? ¿Y por qué los grandes medios de comunicación, tan consagrados a la guerra contra el flagelo de la droga, jamás dicen que proviene de Afganistán casi toda la heroína que se consume en el mundo? ¿Quién manda en Afganistán? ¿No es ese un país militarmente ocupado por el mesiánico país que se atribuye la misión de salvarnos a todos?
¿Por qué no se legalizan las drogas de una buena vez? ¿No será porque brindan el mejor pretexto para las invasiones militares, además de brindar las más jugosas ganancias a los grandes bancos que en las noches trabajan como lavanderías?
Ahora el mundo está triste porque se venden menos autos. Una de las consecuencias de la crisis mundial es la caída de la próspera industria del automóvil. Si tuviéramos algún resto de sentido común, y alguito de sentido de la justicia ¿no tendríamos que celebrar esa buena noticia? ¿O acaso la disminución de los automóviles no es una buena noticia, desde el punto de vista de la naturaleza, que estará un poquito menos envenenada, y de los peatones, que morirán un poquito menos?
Según Lewis Carroll, la Reina explicó a Alicia cómo funciona la justicia en el país de las maravillas:
–Ahí lo tienes –dijo la Reina–. Está encerrado en la cárcel, cumpliendo su condena; pero el juicio no empezará hasta el próximo miércoles. Y por supuesto, el crimen será cometido al final.
En El Salvador, el arzobispo Oscar Arnulfo Romero comprobó que la justicia, como la serpiente, sólo muerde a los descalzos. El murió a balazos, por denunciar que en su país los descalzos nacían de antemano condenados, por delito de nacimiento.
El resultado de las recientes elecciones en El Salvador, ¿no es de alguna manera un homenaje? ¿Un homenaje al arzobispo Romero y a los miles que como él murieron luchando por una justicia justa en el reino de la injusticia?
A veces terminan mal las historias de la Historia; pero ella, la Historia, no termina. Cuando dice adiós, dice hasta luego.
PÁGINA 12 - iernes, 8 de mayo de 2009
26.1.10
4000 mujeres en prostíbulos de MAR DEL PLATA
Trabajo de investigación y denuncia de la Coop. La Alameda
Más información:
Fuente: Cooperativa La Alameda
22.1.10
Perpetua a una madre por la eutanasia al hijo
AMOR DE MADRE ES DARLO TODO POR SUS HIJOS MÁS ALLÁ DE TODO
“Toda la familia y la novia de Tom apoyamos totalmente a mi madre. Todos los que amaban a Tom y se sentían cerca de él no consideran lo que ha hecho un asesinato, sino un valiente acto de amor”, afirmó Alex.
Perpetua a una madre por la eutanasia al hijo
21.1.10
MATERNIDADES
Este es el mensaje que el fotógrafo Bru Rovira quiere transmitir con su exposición Maternidades, retrato de madres y sus hijos en distintas situaciones y culturas.
Ver el video
¿AYUDA SOCIAL PARA PREVENIR EL DELITO?
La prevención del delito tiene que ver con una sociedad (incluido su Estado y gobernantes) que vive, comulga y transmite valores éticos que permiten la cohesión social, el respeto por el otro, la empatía, la solidaridad; en definitiva, el bien común. Claro está que una sociedad que no puede garantizar el acceso a los derechos humanos de sus miembros, genera una injusticia que transgrede sus propios valores éticos y por tanto su papel en la transmisión de los mismos puede ser cuestionado. Es necesario emprender acciones inmediatas para erradicar la injusticia antes de que el vacío ético junto con la devastación que crea la injusticia, nuble la razón y el sentido de la vida de las personas que la sufren y se genere así el terreno fértil para que la degradación espiritual y humana procreen sus frutos.
Es casi lógico que todo ser humano que ve bloqueado su acceso a derechos por mucho tiempo, termine violentándose ya que es violenta toda situación de injusticia. Pero de ahí a vivir en la degradación y perpetuarla en el ciclo humano, se requiere del transcurso de un largo tiempo social y cronológico en el que la acción favorable a la injusticia (o la inacción reparadora) del Estado y la sociedad vayan alimentando a ese monstruo interno que los condena a la autodestrucción, no ya sólo a sus víctimas originarias sino a la sociedad toda.
Si la "promoción o ayuda social" no tiene como objetivo la dignidad de la persona, sino la prevención del delito, terminará profundizando más la injusticias y alimentando al "monstruo", que cada vez más fuerte, cumplirá indefectiblemente su misión. Porque para eso fue creado y no tiene elección; mientras que la sociedad y todo ser humano tiene la libertad de elegir y volver a elegir, de cometer errores y repararlos.
Claudia Santalla
Sito unos párrafos de un artículo que leí recientemente
"PADRONES Y LISTAS"
....El sociólogo francés Loïc Wacquant escribió hace unos años un libro que se llama “Las cárceles de la miseria”. Allí describe cómo, a partir de las políticas impuestas en los Estados Unidos y luego “derramadas” hacia Europa y América Latina, el Estado Social, o Estado de Bienestar, fue perdiendo peso frente al Estado penal-policial, y cómo ese proceso se ha ido desarrollando a través de las agencias estatales creadas para atender la problemática sanitaria, educativa, poblacional y cultural de los ciudadanos, y que luego son utilizadas como instrumentos de control social. En ese contexto, las listas de quienes reciben algún tipo de ayuda social, porque son considerados en “situación de vulnerabilidad”, son luego cruzadas con las listas de las agencias judiciales y policiales, porque, como dice el ministro de Desarrollo Humano mendocino, la lógica que predomina en estos programas es que su función es disminuir el delito.
....“Prevenir el delito” mediante la creación de programas sociales. (es una lógica punitiva). La educación pública universal, de calidad y gratuita es un derecho de todos los niños y niñas, así como la salud y la vivienda dignas. El acceso a la universidad, lo mismo. La posibilidad de conseguir un primer empleo, igual. No son “ayudas”, sino obligaciones que el Estado tiene con cada uno de sus ciudadanos, y de manera muy especial, con sus niños y niñas. Y no deben ser implementadas para “prevenir el delito”, sino como cumplimiento de esa obligación. No educamos a nuestros hijos, o los mandamos a hacer deportes, o los ayudamos a encontrar trabajo “para que no cometan delitos”, sino porque entendemos que tienen derecho a estudiar, divertirse y trabajar cuando tengan edad para hacerlo.
Las listas y padrones son una forma de recortar derechos y de controlar personas. Implican una visión estigmatizante en sí misma. Se asocia pobreza con violencia familiar y con delito, y se comienza a marcar a los niños desde que nacen, porque son hijos de determinada familia o viven en un barrio “vulnerable”. ....
En lugar de enlistarlos, y ponerle nombre y apellido a la exclusión, lo que debería hacerse es remover las condiciones estructurales que ponen a esos barrios, a esas familias y a esos niños en “condición de vulnerabilidad”.
Extraído de: Padrones y listas - Por Claudia Cesaroni - Ag. de Noticias Pelota de Trapo 21/01/10